Erri De Luca è a Buenos Aires per quattro giorni, invitato dall’Istituto Italiano di Cultura. Mi riceve al mattino nella hall dell’hotel. Aspetto che finisca l’intervista precedente. A dieci di metri di distanza, la sua voce bassa arriva comunque nitida. Invita ad avvicinarmi, approfitto anche delle
¿Sola? No. Vivo con el perrito, con las ovejitas, con las plantas y las flores – respondió con la voz serena, con el acento largo y cansino de las gentes del sur, con esa forma de hablar que amo, que no he encontrado en ningún otro lugar del mundo y que agiganta mi idioma, porque las gentes del sur